miércoles, 16 de julio de 2003

SIN MARíA NO HAY JESÚS

Cuenta la Madre Teresa de Calcuta que en cierta ocasión un matrimonio cristiano, pero no católico, que nosotros, los católicos estábamos locos por María. Ella le respondió, que, sin María, no había Jesús.

La Madre Teresa conocía perfectamente esta simple verdad fundamental sobre el Evangelio: Que María nos ha dado a Jesús, al tiempo que ella se convierte en Sierva del Señor.

Juan Pablo II ha querido dedicar el presente año al Rosario, la oración mariana por excelencia.

Hablar hoy de esto, puede resonar a cosa trasnochada, a oración propia de abuelas y de gente chapada a la antigua.

Decía el P.Foucol: ”El amor se expresa con pocas palabras; siempre las mismas y siempre repetidas”.

Es verdad que el Rosario es una oración repetitiva, pero si mana del corazón, es como una canción que endulza el alma.

En el Padrenuestro, saboreamos la oración enseñada por Jesús, en el Ave María, el saludo de Dios a la Virgen María a través del Ángel y en el Gloria, hacemos un elogio a la Santísima Trinidad.

En los diversos misterios contemplamos, con la mayor sencillez, los grandes acontecimientos salvíficos del Señor, conduciéndonos al mismo núcleo del mensaje evangélico.

Si el drama del actual cristianismo es la falta de interioridad y la ausencia de contemplación, María Santísima es el modelo insuperable de contemplación y ejemplo admirable de interioridad fecunda, gozosa y enriquecedora.

Que ella, en nuestras dificultades, nos ayude; en las enfermedades, nos fortalezca; en las tentaciones, nos defienda y en las horas difíciles, con su inmenso poder intercesor ante Dios y su corazón maternal nos anime y proteja.

D. Manuel Navarro Ponce
Párroco y Consiliario de la Hermandad